Su trabajo no solo redefine la frontera entre el mundo microscópico y el visible, sino que también sienta las bases para la próxima generación de tecnologías cuánticas. El comité del Nobel reconoció al trío “por el descubrimiento del efecto túnel cuántico macroscópico y la cuantización de la energía en un circuito eléctrico”. El efecto túnel es un fenómeno contraintuitivo de la mecánica cuántica que permite a una partícula atravesar una barrera física sin tener la energía suficiente para superarla, algo que la Real Academia explicó con la analogía de una pelota que “apareciera, de repente, al otro lado de la pared” en lugar de rebotar. Si bien este comportamiento era conocido a nivel de partículas subatómicas, el logro de los laureados fue observarlo en sistemas mucho más grandes, compuestos por miles de millones de partículas que actuaban como una sola entidad cuántica. Realizaron sus experimentos en la década de 1980 utilizando circuitos eléctricos superconductores, lo suficientemente grandes como “para caber en la mano”. Este avance demostró que las extrañas reglas de la mecánica cuántica no se limitan al mundo de lo minúsculo. Olle Eriksson, presidente del Comité Nobel de Física, destacó que estos hallazgos “han allanado el camino al desarrollo de la próxima generación de tecnologías cuánticas, en particular la criptografía cuántica, los ordenadores cuánticos y los sensores cuánticos”. Este premio subraya cómo la investigación fundamental en física, con más de un siglo de antigüedad, sigue generando sorpresas y es la base de toda la tecnología digital moderna.