Utilizando herramientas de genómica poblacional, los científicos analizaron miles de marcadores genéticos para evaluar cómo la cordillera estructura la diversidad de esta especie de araña. Los resultados, publicados en la revista Molecular Ecology, muestran que, si bien las zonas más altas de los Andes restringen eficazmente la movilidad y el flujo genético entre poblaciones, los pasos de baja altitud en el norte de la cordillera permiten el cruce eventual de individuos. Esto se traduce en una conectividad genética entre poblaciones que se encuentran a lados opuestos de la imponente cadena montañosa. El hallazgo desafía la idea tradicional de que grandes barreras geográficas simplemente aíslan poblaciones, llevándolas a diferenciarse hasta convertirse en especies distintas.

En cambio, sugiere un modelo más dinámico.

Carolina Pardo-Díaz, decana de la Escuela de Ciencias e Ingeniería de la Universidad del Rosario, explicó que “la cordillera, más que una muralla, funciona como un filtro que ayuda a explicar por qué el trópico americano concentra tanta riqueza biológica”. Este mecanismo de filtro dinámico, en lugar de un aislamiento total, podría ser un motor clave para la generación y el mantenimiento de la biodiversidad andina. La investigación, que fue reconocida con la Medalla Humboldt-Caldas 2025, abre nuevas rutas para entender la evolución en la región.