El proceso se basa en una técnica de transferencia nuclear de células somáticas. Los científicos tomaron células de la piel y extrajeron su núcleo, que contiene dos juegos de cromosomas (46), y lo insertaron en un óvulo de una donante al que previamente se le había extraído su propio material genético. Para resolver el problema del exceso de cromosomas, indujeron un proceso que imita la división celular natural, logrando que la célula descartara un juego de cromosomas y quedara con los 23 necesarios para formar un gameto funcional. Aunque los investigadores lograron fertilizar algunos de estos óvulos en el laboratorio y observaron su desarrollo hasta la fase de blastocisto, el experimento se detuvo en ese punto.

Las implicaciones de este logro son enormes, ya que podría ofrecer esperanza a personas que han perdido su fertilidad por edad, tratamientos médicos agresivos como la quimioterapia o enfermedades genéticas.

Sin embargo, los propios autores subrayan que la técnica aún enfrenta grandes desafíos. La tasa de éxito fue baja, la mayoría de los embriones no progresaron y se detectaron anomalías cromosómicas. Antes de cualquier aplicación clínica, es necesaria más investigación para garantizar la seguridad del proceso y establecer un marco ético y legal que regule su uso, abordando cuestiones sobre identidad genética y los límites de la biotecnología.