Si se confirman sus implicaciones, este conocimiento podría revolucionar la oncología desde múltiples frentes.

En primer lugar, abriría nuevas posibilidades para la prevención, permitiendo quizás identificar factores de riesgo o marcadores biológicos mucho antes de que la enfermedad se manifieste. En segundo lugar, podría conducir al desarrollo de una nueva generación de tratamientos dirigidos, diseñados para interferir específicamente con los procesos clave que impulsan el crecimiento y la metástasis de los tumores, superando las limitaciones de las terapias actuales. Finalmente, este avance fundamental en la comprensión del cáncer podría sentar las bases para estrategias de diagnóstico más tempranas y precisas. A pesar de la falta de información específica, el anuncio por sí solo genera grandes expectativas sobre un cambio de paradigma en la lucha contra esta enfermedad.