El objetivo, según su fundador, el doctor Zhang Qifeng, es ofrecer “una solución potencial para las personas que sufren problemas de infertilidad o desean evitar las cargas físicas del embarazo”. Este anuncio ha puesto en el centro de la discusión el concepto de ectogénesis, la gestación de un ser vivo fuera de su ambiente natural. No obstante, la doctora Ana Sofía Aguilar, directora del Centro de Fertilidad de la Fundación Santa Fe, aporta una visión más cauta, aclarando que la investigación científica validada actualmente no se enfoca en un útero artificial completo, sino en una placenta artificial. Según Aguilar, “estos prototipos están diseñados... para prolongar la vida de bebés muy prematuros en condiciones similares a la vida intrauterina”. La experta subraya que la ciencia está lejos de poder sostener un embarazo de nueve meses en un dispositivo, dado que los embriones en laboratorio solo sobreviven un máximo de siete días. “Revisé exhaustivamente la literatura médica y realmente estamos lejos de llegar a eso”, afirmó. Más allá de la viabilidad técnica, el tema plantea profundos dilemas éticos sobre la ausencia de un vínculo directo con la madre y los derechos de los bebés concebidos de esta manera, abriendo un debate que trasciende lo científico para adentrarse en lo bioético.