Las observaciones más recientes, realizadas con el Telescopio Espacial Hubble, han proporcionado las imágenes más nítidas hasta la fecha, confirmando su naturaleza cometaria.
El equipo, liderado por David Jewitt, evidenció una pluma de eyección de polvo desde el núcleo del objeto, un comportamiento similar al de los cometas de nuestro sistema solar. Se estima que 3I/ATLAS pierde entre 6 y 60 kilogramos de materia por segundo. Además, el Hubble permitió acotar el diámetro de su núcleo a un rango de entre 320 metros y 5,6 kilómetros. Investigaciones posteriores, basadas en datos del Observatorio Vera C. Rubin, sugieren un tamaño aún mayor, de 11,2 kilómetros, lo que lo convertiría en el objeto interestelar más grande jamás observado.
Su trayectoria altamente hiperbólica y su velocidad, que superaba los 221.000 km/h al ser descubierto, confirman que no está ligado gravitacionalmente al Sol.
A pesar de las especulaciones sobre un posible origen artificial, la comunidad científica ha descartado mayoritariamente esta hipótesis, calificándola de “disparate absoluto”. La NASA ha asegurado que el objeto no representa ninguna amenaza para la Tierra, ya que su punto más cercano a nuestro planeta será de unos 270 millones de kilómetros. El cometa alcanzará su máxima aproximación al Sol a finales de octubre y será visible nuevamente desde la Tierra en diciembre de 2025.