La reforma tributaria ha reavivado el debate sobre la tributación de las entidades religiosas al proponer que las iglesias y confesiones paguen impuesto de renta sobre los ingresos derivados de actividades comerciales no relacionadas directamente con el culto. La medida busca aplicar el principio de equidad tributaria y se alinea con el concepto de Estado laico. El Ministerio de Hacienda ha aclarado que la propuesta “no se gravan cultos religiosos de ninguna iglesia, sólo las actividades comerciales como venta de publicaciones y artículos, alquileres de salones y planes de turismo religioso”. La iniciativa se fundamenta en datos de la DIAN, según los cuales el patrimonio líquido de las iglesias en Colombia asciende a $19 billones, casi el 2% del PIB nacional.
Sin embargo, el sector religioso ha manifestado un rechazo contundente.
Pastores y representantes de diversas congregaciones argumentan que estas actividades mercantiles no tienen un fin de lucro personal, sino que son un medio para financiar sus obras sociales, educativas y espirituales, llegando a comunidades donde el Estado a menudo no tiene presencia. Diana Lucía Murcia Toro, directora de Asuntos Religiosos de la Alcaldía de Neiva, sostuvo que el objetivo de estas actividades “no es el enriquecimiento, sino la construcción de tejido social”. Por su parte, organizaciones como Dejusticia han defendido la medida, argumentando que las exenciones tributarias actuales favorecen a religiones institucionalizadas, vulneran la libertad de cultos y no distinguen entre congregaciones con dificultades económicas y aquellas que han acumulado grandes fortunas.
En resumenEl intento de gravar las actividades comerciales de las iglesias enfrenta la resistencia del sector religioso, que defiende su labor social, y el respaldo de quienes abogan por la equidad tributaria y el Estado laico. La propuesta pone sobre la mesa el debate sobre el rol económico y social de las iglesias en Colombia.