Según informes internos, las versiones de prueba del asistente de voz no están cumpliendo con las expectativas, lo que ha generado dudas sobre su calidad y rendimiento final entre los ingenieros que trabajan en el proyecto. El objetivo de Apple es transformar a Siri en un asistente verdaderamente proactivo, capaz de entender el contexto en pantalla del usuario y ejecutar acciones complejas dentro de las aplicaciones sin necesidad de intervención manual. Esta “re-arquitectura”, como la describió el jefe de software Craig Federighi, se está desarrollando en dos frentes: uno con modelos de IA que operan localmente en el dispositivo y otro que utiliza la nube privada de Apple.

Sin embargo, los resultados de las pruebas actuales han sido descritos como “decepcionantes”, inestables y poco confiables. Esta situación ha avivado el temor de que Apple pueda terminar dependiendo de tecnologías de terceros, como Google Gemini, para cumplir con lo prometido en la conferencia de desarrolladores WWDC. La presión aumenta debido a los retrasos acumulados, la fuga de talento hacia competidores como Meta y la necesidad de competir con asistentes ya establecidos como ChatGPT. Aunque aún quedan varios meses para el lanzamiento, el malestar interno sugiere una carrera contrarreloj para corregir los problemas y entregar un producto que esté a la altura de la promesa de una inteligencia artificial personal, privada y potente.