Ambos dispositivos representan la cúspide tecnológica de sus respectivos fabricantes, planteando un duelo de especificaciones, diseño y ecosistema. En el apartado de diseño y pantalla, ambos dispositivos ofrecen pantallas de 6,9 pulgadas con tasas de refresco de 120 Hz, aunque el iPhone destaca con un brillo máximo de 3.000 nits.

Mientras Samsung mantiene la robustez del titanio y la funcionalidad del S Pen integrado, Apple opta por un cuerpo de aluminio unibody más ligero. A nivel de rendimiento, el chip A19 Pro de Apple compite directamente con el Snapdragon 8 Elite for Galaxy de Samsung. Aunque el iPhone suele liderar en tareas de un solo núcleo, el S25 Ultra ofrece más memoria RAM en su versión superior (16 GB), favoreciendo la multitarea intensiva. La fotografía sigue siendo un campo de batalla clave. Apple apuesta por la consistencia con un sistema triple de 48 MP, mientras que Samsung busca la máxima versatilidad con un sensor principal de 200 MP y un sistema de doble teleobjetivo. En cuanto a la batería, las capacidades son similares, pero Samsung ofrece una carga por cable más rápida (45W), mientras que Apple mejora la eficiencia y la carga inalámbrica con soporte completo para Qi2.2. Finalmente, la elección a menudo se reduce al ecosistema: la fluida integración de Apple frente a la mayor apertura y las avanzadas funciones de Galaxy AI de Samsung, que se complementan con la IA de Google.