Entre la diplomacia y la militarización: el doble enfoque de Occidente frente a la guerra en Ucrania



Altos funcionarios del gobierno de Donald Trump, incluyendo al secretario de Estado Marco Rubio y al enviado especial Steve Witkoff, se han reunido en Florida con una delegación ucraniana para continuar las conversaciones sobre un plan estadounidense de 28 puntos que busca una salida diplomática al conflicto, que ya supera los tres años.
Según Rubio, el objetivo es garantizar una Ucrania “soberana, independiente y próspera”.
Estas negociaciones se producen en un momento de presión para Kiev, que enfrenta una ofensiva rusa y la reciente renuncia de su principal negociador.
En paralelo, Europa desarrolla la denominada “Doctrina Militar Schengen”.
Esta iniciativa busca eliminar barreras burocráticas y aduaneras para permitir el movimiento rápido de tropas y equipo militar entre países del bloque, con plazos de autorización de tres días en tiempos de paz y de horas en situaciones de crisis. El objetivo es que el sistema esté operativo para 2027, facilitando el despliegue de fuerzas y la ampliación de corredores de ayuda hacia Ucrania.
Este proyecto militarista enfrenta enormes desafíos, principalmente de infraestructura y financiación.
La red vial europea, con puentes y carreteras no diseñados para vehículos militares pesados, requeriría una inversión estimada en 100.000 millones de euros.
Dicha cifra contrasta fuertemente con los 1.700 millones destinados hasta 2027.
La propuesta implicaría un recorte drástico en la inversión social en países como Alemania, Francia y el Reino Unido, que ya han reducido estos gastos para financiar el esfuerzo bélico. Uno de los artículos describe esta doctrina como un plan motivado por la “rusofobia”, que busca poner la infraestructura civil al servicio de la guerra contra Rusia.











