El Pentágono anunció el envío del portaaviones USS Gerald R. Ford y su grupo de ataque al área de responsabilidad del Comando Sur para “desmantelar las organizaciones criminales transnacionales”. Este contingente se suma a una fuerza que ya incluía ocho buques de guerra, un submarino de propulsión nuclear, aviones de combate F-35B, bombarderos B-1B, drones MQ-9 y helicópteros de operaciones especiales que operan desde Puerto Rico. El senador Lindsey Graham incluso reveló que Trump estaría evaluando la posibilidad de expandir las operaciones a ataques terrestres en Venezuela y Colombia. La ofensiva no se limita a la presencia naval, ya que Trump también autorizó a la CIA a realizar operaciones encubiertas dentro de Venezuela. Esta escalada ha generado una fuerte reacción en la región.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, criticó las acciones unilaterales y se ofreció a mediar en el conflicto entre Washington y Caracas para preservar a América del Sur como una “región de paz”. Por su parte, Venezuela considera el despliegue como una “amenaza militar” y una “peligrosa provocación”, denunciando que el objetivo final es un cambio de régimen.