Durante una gira por Asia, el presidente Lula calificó su encuentro con Donald Trump como “excelente”, anunciando el inicio de negociaciones para resolver una disputa arancelaria. Sin embargo, aprovechó el diálogo para ofrecerse como mediador en la creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela, defendiendo que América Latina “debe mantenerse como un territorio de paz y diálogo”. Previamente, Lula había criticado duramente los bombardeos estadounidenses a lanchas en el Caribe, advirtiendo que si esta práctica “se convierte en moda”, la región se volverá “una tierra sin ley”.
En paralelo, la ofensiva retórica y las sanciones de Washington contra el gobierno de Gustavo Petro en Colombia han provocado una reacción de cierre de filas por parte de Venezuela. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, aseguró que Colombia “cuenta con el respaldo moral y físico” de la Fuerza Armada de su país ante las “amenazas” de Estados Unidos. El propio Nicolás Maduro expresó su solidaridad con Petro, afirmando que “lo que sea con Colombia es con Venezuela”, consolidando un frente común entre ambos gobiernos de izquierda frente a lo que perciben como una política injerencista por parte de la administración Trump.













