Una serie de operaciones militares de Estados Unidos en el Mar Caribe ha elevado drásticamente la tensión con Venezuela, generando una crisis diplomática y temores de un conflicto armado en la región. El despliegue naval estadounidense, justificado por Washington como una campaña contra el narcotráfico, ha incluido el ataque a por lo menos seis embarcaciones, con un saldo de entre 27 y 30 personas fallecidas. El gobierno de Donald Trump ha enmarcado estas acciones como una lucha contra el denominado ‘Cartel de los Soles’, que según Washington es liderado por Nicolás Maduro. La ofensiva ha involucrado buques de guerra, aviones de combate e incluso el sobrevuelo de bombarderos B-52 cerca del espacio aéreo venezolano.
Estas acciones han sido calificadas por expertos en derecho internacional y relatores de la ONU como ilegales y posibles ejecuciones extrajudiciales, al realizarse en aguas internacionales sin un debido proceso.
La situación ha afectado directamente a las comunidades pesqueras venezolanas, cuyos miembros ahora temen salir a faenar por miedo a ser confundidos con narcotraficantes o quedar atrapados en el fuego cruzado. Como respuesta, el gobierno de Nicolás Maduro ha activado un plan de defensa nacional denominado ‘Independencia 200’, que incluye la movilización de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), el entrenamiento de milicias civiles y el refuerzo de la presencia militar en estados fronterizos con Colombia y en las zonas costeras. Maduro ha calificado el despliegue estadounidense como una “amenaza seria” y una “guerra psicológica” que busca justificar una intervención militar para un “cambio de régimen”.
En resumenLa intensificación de la presencia y las acciones militares de Estados Unidos en el Caribe ha provocado una contundente respuesta defensiva por parte de Venezuela, llevando la relación bilateral a un punto crítico y generando una considerable inestabilidad en la seguridad regional.