Un análisis destaca tres rupturas fundamentales que matizan la visión monolítica del chavismo. La primera es la separación entre los creadores del proyecto bolivariano original y el actual gobierno del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). La segunda se refiere a las divisiones entre Maduro y partidos de izquierda como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), que se opusieron a la cúpula gobernante y fueron intervenidos judicialmente por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). La tercera ruptura surgió tras las elecciones de julio de 2024, con la creación del Frente Democrático Popular (FDP), que agrupa a sectores chavistas y exchavistas opuestos tanto a Maduro como a Machado. Casos como el de los exgerentes de PDVSA Aryenis Torrealba y Alfredo Chirinos, militantes del PSUV encarcelados por denunciar corrupción, y la persecución al PCV, demuestran la represión contra la disidencia interna. Figuras como la constituyente María Alejandra Díaz Marín, quien se opuso a la Ley Antibloqueo y tuvo que asilarse en la embajada colombiana, ejemplifican los riesgos de disentir. Reducir la política venezolana a un enfrentamiento entre dos extremos niega la existencia de estas alternativas y refuerza una “violencia epistémica” que justifica la exclusión de cualquier pensamiento crítico.