El gobierno venezolano denunció la existencia de un presunto plan para colocar “explosivos letales” en la embajada de Estados Unidos en Caracas, atribuyéndolo a “sectores extremistas de la derecha venezolana local”. La alerta fue comunicada a Washington, tras lo cual se reforzó la seguridad en torno a la sede diplomática, que no mantiene relaciones formales con Venezuela desde 2019. La denuncia fue hecha pública por Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional y jefe negociador del gobierno, quien afirmó que la información fue enviada a Estados Unidos “por tres vías distintas” y que también se notificó a una embajada europea no identificada. Según Rodríguez, el objetivo del supuesto plan era ejecutar una “operación de falsa bandera” para generar una escalada en el enfrentamiento con Estados Unidos.
“Hemos reforzado las medidas de seguridad en dicha sede diplomática que nuestro gobierno respeta y protege”, aseguró el funcionario.
El presidente Nicolás Maduro también se refirió al presunto complot, vinculándolo con exmilitares venezolanos radicados en Estados Unidos. La acusación se produce en un momento de máxima tensión, marcado por el despliegue militar estadounidense en el mar Caribe, que Caracas considera una amenaza directa. Esta denuncia se suma a la narrativa del gobierno venezolano de ser víctima de constantes planes de desestabilización y conspiraciones para justificar una intervención extranjera, utilizando este argumento para cohesionar a sus bases y justificar medidas de seguridad internas.
En resumenEn medio de la creciente tensión militar con Washington, el gobierno de Maduro ha denunciado un supuesto plan para atacar la embajada de EE. UU. en Caracas, calificándolo como una operación de “falsa bandera”. Esta acusación sirve al régimen para reforzar su narrativa de víctima de conspiraciones y justificar su estado de alerta.