Un allanamiento ordenado por la Corte Suprema de Justicia a la residencia del ministro del Interior, Armando Benedetti, en Puerto Colombia (Atlántico), desató una nueva crisis entre el Ejecutivo y el poder judicial. La diligencia, autorizada por la magistrada Cristina Lombana, se enmarca en una investigación por presunto enriquecimiento ilícito y otros delitos cometidos durante la etapa de Benedetti como congresista. Tras el operativo, el ministro reaccionó airadamente, calificando a la magistrada de “loca”, “demente” y “delincuente”, y denunció un “abuso de poder”.
Benedetti argumentó que la Corte no tiene competencia para investigarlo al haber dejado su curul hace más de tres años. Sus declaraciones provocaron el rechazo de la Corte Suprema, que exigió respeto, y la apertura de una indagación por parte de la Procuraduría. La esposa del ministro, Adelina Guerrero, también denunció haber sido amenazada e intimidada por la magistrada Lombana durante el allanamiento.
“Antes de hacerme las preguntas, me amenazó con meterme a la cárcel 30 días si yo respondía de forma incorrecta”, aseguró Guerrero. Por su parte, el presidente Gustavo Petro criticó tanto la “actitud de la víctima, Armando”, como la “actitud desobligante de una juez incriminada por sesgo ideológico”, calificando ambas posturas como “incompatibles con el desarrollo de una justicia independiente”. El caso ha reavivado el debate sobre los límites del poder judicial y la conducta de los altos funcionarios.
En resumenEl allanamiento a la casa del ministro Armando Benedetti y sus posteriores descalificaciones contra la magistrada Cristina Lombana han generado una grave tensión institucional. El episodio pone a prueba la separación de poderes y el respeto entre las ramas del poder público, mientras avanzan investigaciones judiciales por presunta corrupción y disciplinarias por la conducta del ministro.