El gobierno de Estados Unidos ha impuesto sanciones económicas y de bloqueo de activos al presidente colombiano Gustavo Petro, a su familia y a su ministro del Interior, Armando Benedetti, marcando un punto de inflexión histórico en la relación bilateral y desatando una grave crisis diplomática. La medida, anunciada el 24 de octubre de 2025 por el Departamento del Tesoro, incluye al mandatario, su esposa Verónica Alcocer, su hijo Nicolás Petro y al ministro Benedetti en la Lista de Nacionales Especialmente Designados (SDN), conocida popularmente como la "Lista Clinton". La justificación oficial de Washington acusa a Petro de "haber permitido que los carteles de la droga prosperaran" y de que la producción de cocaína ha alcanzado "su nivel más alto en décadas" bajo su mandato.
Como resultado, se congelan los activos que los sancionados pudieran tener en Estados Unidos y se prohíbe a entidades estadounidenses realizar negocios con ellos.
La decisión se agrava con la confirmación de un recorte en la ayuda para la lucha antinarcóticos. El presidente Gustavo Petro reaccionó enérgicamente, calificando la sanción como una "paradoja completa" y una "mentira", asegurando que su gobierno ha logrado niveles récord en la incautación de cocaína. En un discurso desde la Plaza de Bolívar, Petro atribuyó la medida a su postura crítica frente a la política antidrogas de EE. UU., a la que describió como "un programa de control colonial sobre los países de América Latina". Por su parte, el ministro Benedetti la calificó como un agravio a la soberanía nacional. Analistas y exfuncionarios señalan que la sanción, aunque basada en una orden ejecutiva para perseguir el narcotráfico internacional, parece tener una fuerte motivación política, utilizando argumentos vagos y estirando su ámbito de aplicación como una represalia por las divergencias ideológicas y los excesos verbales entre las administraciones de Petro y Donald Trump.
En resumenLa inclusión del presidente Petro en la lista de sancionados de la OFAC representa la crisis diplomática más severa entre Colombia y Estados Unidos en décadas. La medida, justificada por Washington en la lucha antinarcóticos pero percibida por Bogotá como una represalia política, congela los activos de los implicados en EE. UU. y genera una profunda incertidumbre sobre el futuro de la cooperación bilateral en seguridad, economía y comercio.