Alarcón, de 34 años, luchaba contra un cáncer de células renales en estadio IV con metástasis peritoneal. Horas antes de su fallecimiento, utilizó sus redes sociales para relatar una experiencia que calificó de "inhumana". En sus publicaciones, afirmó haber esperado más de 30 horas para ser atendido en la clínica, a pesar de su grave diagnóstico.

"¡Asesinos!

Clínica Portoazul Barranquilla.

30 horas esperando por ser atendido", escribió en un mensaje que se viralizó rápidamente.

El artista describió haber estado "tirado en una camilla oxidada" mientras se retorcía de dolor, sin recibir tratamiento para el dolor ni cuidados paliativos.

En una de sus últimas advertencias, fue contundente: "Si algo me ocurre en los próximos días dentro o fuera de esta institución, hago responsable a la Clínica Portoazul y a todo su personal médico administrativo". Sus denuncias despertaron una ola de solidaridad e indignación, exigiendo una investigación por parte de las autoridades sanitarias.

Tras su muerte, la Clínica Portoazul Auna emitió un comunicado en el que rechazó los señalamientos y aseguró que el paciente recibió "atención integral y oportuna", aunque reconoció que "hubo desafíos en la interacción médico-paciente".

La institución expresó sus condolencias y su disposición a colaborar con las investigaciones.